…Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. (Marcos 16:18).
Al enseñar los principios que rigen la salud, téngase presente el gran objeto de la reforma, que es obtener el mayor desenvolvimiento del cuerpo, la mente y el espíritu.
Demuestren que las leyes de la naturaleza, por ser leyes de Dios, fueron establecidas para nuestro bien; que la obediencia a ellas favorece la felicidad en esta vida, y contribuye a preparar para la vida futura.
Indúzcase a la gente a que estudie la manifestación del amor de Dios y de su sabiduría en las obras de la naturaleza.
Indúzcasela a que estudie el maravilloso organismo del cuerpo humano y las leyes que lo rigen.
Los que disciernen las pruebas del amor de Dios, que entienden algo de la sabiduría y el buen propósito de sus leyes, así como de los resultados de la obediencia, llegarán a considerar sus deberes y obligaciones desde un punto de vista muy diferente.
En vez de ver en la observancia de las leyes de la salud un sacrificio y un renunciamiento, la tendrán por lo que es en realidad: un inapreciable beneficio.
Todo obrero evangélico debe comprender que la enseñanza de los principios que rigen la salud forma parte de la tarea que se le ha señalado. Esta obra es muy necesaria y el mundo la espera.
En todas partes hay tendencia a reemplazar el esfuerzo individual por la obra de las organizaciones. La sabiduría humana tiende a la consolidación, a la centralización, a crear grandes iglesias e instituciones.
Muchos dejan a las instituciones y organizaciones la tarea de practicar la beneficencia; se eximen del contacto con el mundo, y sus corazones se enfrían. Se absorben en sí mismos y se incapacitan para recibir impresiones. El amor a Dios y a los hombres desaparece de su alma.
Cristo encomienda a sus discípulos una obra individual, que no se pueden delegar. La atención a los enfermos y a los pobres y la predicación del Evangelio a los perdidos, no deben dejarse al cuidado de juntas u organizaciones de caridad.
El evangelio exige responsabilidad y esfuerzo individuales, sacrificio personal. "Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar -manda Cristo-, para que se llene mi casa" (Lucas 14:23).
Jesús relaciona a los hombres con aquellos a quienes quieren servir. Dice [acerca del deber cristiano]: "¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras?" (Isaías 58:7).
"…Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán". Por medio del trato directo y de la obra personal, se han de comunicar las bendiciones del Evangelio. El ministerio de curación, págs. 105, 106. RJ230/EGW/MHP 231
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